La segunda visita de Estado de Donald Trump al Reino Unido estuvo marcada por grandes despliegues de protocolo, desfiles militares y un banquete de gala en el Palacio de Buckingham.
Este viaje, cargado de simbolismo político y diplomático, reforzó la alianza entre ambos países, pero también generó titulares por un gesto que no ocurrió: Melania Trump no realizó la tradicional reverencia al saludar a los reyes Carlos III y Camila.
El episodio, captado por las cámaras durante el recibimiento oficial, llamó la atención de la prensa internacional y del público, que inmediatamente debatió si se trataba de un error de etiqueta o de una decisión deliberada.
Antes de llegar al momento protocolario con los reyes, Melania Trump protagonizó un esperado reencuentro con la princesa de Gales, Kate Middleton.
La esposa del heredero británico eligió un vestido burdeos de la diseñadora Emilia Wickstead, acompañado de un sombrero de Jane Taylor con un valor estimado de más de 2,900 dólares. El conjunto lo complementó con un broche en forma de pluma, un detalle elegante y simbólico.
Por su parte, Melania Trump apostó por la sobriedad de un traje gris oscuro de Christian Dior, combinado con un sombrero morado de ala ancha que cubría parcialmente su rostro, otorgándole un aire de discreción y solemnidad.
La elección de ambas reflejó el cuidado que estas figuras públicas ponen en su vestimenta, conscientes de que cada detalle se convierte en parte del mensaje diplomático.
La polémica por Melania Trump y el presidente de EEUU
Al momento de saludar a los reyes Carlos y Camila, las cámaras captaron que ni Donald Trump inclinó la cabeza ni Melania realizó la reverencia habitual.
En la tradición británica, se espera —aunque no se exige— que las mujeres hagan una leve inclinación de rodillas (curtsy) y los hombres una inclinación de cabeza, como muestra de respeto hacia la monarquía.
La ausencia de este gesto encendió el debate: ¿fue un descuido, una decisión política o simplemente una interpretación distinta del protocolo? Algunos medios lo señalaron como un “error diplomático”, mientras que otros recordaron que no es la primera vez que invitados internacionales optan por un saludo alternativo.
Lejos de convertirse en un escándalo, la propia Casa Real británica aclaró en su página web oficial que “no existen códigos de comportamiento obligatorios al conocer a un miembro de la Familia Real”.
En otras palabras, la reverencia o la inclinación son gestos tradicionales, pero no obligatorios. Un apretón de manos es igualmente válido y suficiente dentro del protocolo moderno.
De esta manera, lo ocurrido no representó una falta de respeto ni un error diplomático. Más bien, fue un recordatorio de que el protocolo británico, aunque lleno de simbolismos, es más flexible de lo que se piensa.
La decisión de Melania Trump de optar por un simple apretón de manos puede leerse como una muestra de confianza en su propio estilo y como un recordatorio de que la diplomacia contemporánea no siempre depende de gestos ceremoniales.
En un contexto donde cada movimiento se analiza minuciosamente, la ausencia de reverencia evidenció cómo los detalles de etiqueta pueden generar tanto interés como los discursos políticos o los acuerdos bilaterales.
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